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Sanson y Dalila

Antes del reinado de Saúl y de David, cuando las tribus de Israel vivían separadas unas de otras, los israelitas comenzaron a adorar a Baal y Astarté. Ofendido, como castigo por su sacrilegio, Yahveh entregó a los israelitas en manos de los filisteos durante cuarenta largos años. Pero, cuando los israelitas clamaron a Yahveh, éste se apiadó de ellos y decidió enviarles un salvador que combatiera a los filisteos y los liberara de su opresión. Así pues, Yahveh envió un ángel a la morada de Manóaj, cuya mujer era estéril. El ángel, sin embargo, reveló a la mujer que pronto concebiría un niño, el salvador del pueblo de Israel. Tal y como afirmó el ángel de Yahveh, la mujer de Manóaj quedó encinta y dio a luz a un niño. Éste se llamó Sansón, y el espíritu de Yahveh lo bendijo con una fuerza sobrehumana.


Cuando fue adulto, Sansón se hizo nazareo y recogió su largo cabello en siete trenzas. Cuando quiso tomar por esposa a una mujer filistea de Timná, sus padres se opusieron al principio. Sin embargo, era la voluntad de Dios que Sansón desposara a una filistea, pues así los filisteos atraerían la desgracia sobre sí mismos. Así pues, Sansón marchó a Timná y de camino a la ciudad se topó con un fiero león. No obstante, el espíritu de Yahveh se introdujo en Sansón y le dio fuerza para despedazar a la fiera con sus manos desnudas. Sansón finalmente desposó a la mujer filistea y entonces celebró un banquete junto a ella.


Durante el festín, Sansón propuso un acertijo a los treinta hombres que lo acompañaban y prometió entregar a cada uno de sus compañeros una túnica y un vestido si lo resolvieran. Tras sonsacarle la respuesta a Sansón, su mujer se la contó a sus compañeros filisteos, y, cuando éstos hablaron con Sansón, enfurecido, el héroe mató a treinta hombres de Ascalón y los despojó de sus vestidos para entregárselos a sus compañeros y saldar su deuda.



A continuación, Sansón abandonó a su mujer por un tiempo. Cuando regresó en su busca, el padre de su mujer le contó que se la había entregado ya a otro hombre. Ofendido, Sansón incendió entonces los cultivos de los filisteos y, cuando éstos salieron a buscarlo, mató a mil de ellos golpeándolos con la quijada de un asno. Más tarde, Sansón viajó a Gaza, donde se unió a una prostituta. Durante la noche, planeando tenderle una emboscada al despuntar la luz del día, los enemigos de Sansón bloquearon la puerta de la ciudad para que no escapara. A media noche, sin embargo, Sansón caminó hacia las puertas de la ciudad y las arrancó con sus propias manos. A continuación, se las echó a la espalda y se las llevó de allí, escapando así de la emboscada.


Tras salir de Gaza, Sansón se enamoró de una mujer del valle de Sorec llamada Dalila. Cuando Sansón se unió a Dalila, los príncipes de los filisteos ofrecieron a la mujer miles de siclos de plata a cambio del secreto de la fuerza del héroe. Pero cuando Dalila interrogó a Sansón sobre el verdadero origen de su fuerza, éste se burló de ella dándole respuestas falsas. Ella informó a los filisteos de sus respuestas en toda ocasión pero, como Sansón no había revelado su secreto, los filisteos no pudieron someterlo. Fingiendo entonces una gran tristeza, Dalila consiguió que Sansón confiara en ella y se sincerara. Sansón le confesó que, si alguna vez se rasurara la cabeza, perdería toda su fuerza y sería como un hombre cualquiera. Así pues, cuando, aquella noche, Sansón se quedó dormido sobre las rodillas de Dalila, ésta ordenó a un filisteo que le cortara sus siete trenzas de nazireo. Cuando Sansón se despertó, los filisteos se lanzaron contra él, y aquella vez no pudo derrotarlos, ya que había perdido su fuerza por la traición de Dalila. Los filisteos le arrancaron los ojos a Sansón y desde entonces le forzaron a dar vueltas a la piedra de un molino. Así pues, el héroe vivió encadenado como un esclavo, pero Yahveh planeaba la derrota de sus enemigos.


Cuando los príncipes filisteos se reunieron con el propósito de ofrecer sacrificios a Dagón, su dios, llevaron a Sansón al templo para burlarse de él. Encadenado entre dos gruesas columnas, Sansón soportó las risas y las burlas de los más de tres mil filisteos que acudieron al templo. Humillado así por sus enemigos, el héroe tanteó las columnas que lo flanqueaban y, dolido por la traición de Dalila, pidió a Yahveh que le diera fuerzas tan sólo una vez más. Yahveh escuchó su petición, y entonces Sansón exclamó "¡Muera yo con los filisteos!" y, derribando las columnas, hizo derrumbarse el templo sobre sus enemigos. De esta forma, Sansón llevó la muerte a incontables filisteos y liberó a su pueblo de su tiranía tal y como había dispuesto Yahveh cuando los israelitas imploraron su ayuda.

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