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El Dios de Abraham, Isaac y Jacob


Cuando el registro histórico del Antiguo Testamento llega a su fin, cae el telón sobre los primeros siglos de la existencia de humanidad. Desde Adán y Eva hasta Esdras y Nehemías, Dios se ha revelado a sí mismo en los asuntos tanto de las personas como de las naciones. Desde los primeros días de los patriarcas, un plan maestro divino se ha estado revelando para enseñarle a la humanidad la naturaleza de Dios, y para preparar al mundo para un Salvador que transformara la condición pecaminosa del hombre y traerá vida verdadera. El agente de Dios en este plan ha sido la relativamente usura nación hebrea de Israel. Unos 650 años antes de que llegara a ser una nación, Dios le prometió al fiel patriarca Abraham que sus descendientes se convertirían en una gran nación y que tendrían su propia tierra, y que a través de ellos serían bendecidos todos los pueblos de la tierra.


Cuando las 12 tribus de Israel fueron liberadas de la esclavitud egipcia y llevadas al Monte Sinaí, se cumplió la primera promesa. Dios hizo un pacto con la nación de Israel de que Él sería su Dios y ellos, a su vez, pactaron que serán su pueblo. Entre otros símbolos del pacto estaba la ley entregada por medio de Moisés. En su origen divino y su naturaleza teocrática fue diferente a cualquier otra ley entregada. Mediante esa ley, Dios elevo la conciencia moral y estableció una religión completamente nueva, con un tabernáculo, sacerdotes, sacrificios, ofrendas, días de reposo y festivales sagrados. Fue un gran principio. Pero en la misma semana de su iniciación, la nación mostro un espíritu de rebelión que continuaría generación tras generación. Esta rebelión contrajo 40 años de vagar por el desierto como castigo. Pero Dios en su misericordia perdono a su pueblo y los llevo a la Tierra Prometida de Canaán. Después de que los habitantes locales fueran apaciguados durante el periodo de los jueves, finalmente la nación tuvo su propia tierra, y se cumplió la segunda promesa de Dios a Abraham.


A partir de ese momento, solo le faltaba a la nación de Israel convertirse en una bendición para todo el mundo. En la monarquía de 120 años de duración de Saúl, David y Salomón, parecía que la elevación de la nación a una condición de preeminencia y poder era el inicio del cumplimiento de la tercera promesa. Per con la muerte de Salomón la rebelión del pueblo volvió a traer el desastre: esta vez fue una guerra civil y un reino dividido. Durante 325 años el pueblo se volvió cada vez más rebelde, alejándose de su Dios, el creador del universo, y acercándose a dioses falsos e ídolos hechos por el hombre. Ya que el pecado siempre trae aparejada la muerte, los pecados del pueblo fueron el presagio de la muerte para la nación misma. Dios uso a los enemigos territoriales de Israel como sus agentes para el juicio, y ambas partes del reino fueron tomadas cautivas y llevadas al exilio. A lo largo de todo el periodo de la decadencia espiritual y política, Dios envió un mensajero tras otro, que clamaban contra los pecados del pueblo y advertían del castigo inmediato. No obstante, sin excepción, todo mensaje terminaba con una nota de esperanza y una promesa de restauración. El exilio terminaría al cabo de 70 años y se reconstruiría el templo. Incluso más allá de esto hubo profecías de un Mesías que vendrían y establecería un reino eterno de paz y gozo.


Fiel como siempre, Dios cumplió su promesa cuando trajo de regreso a su pueblo a la tierra, exactamente como lo había predicho: 70 años después de la primera deportación. Y cuando se reconstruyo el templo, unos 20 años más tarde, se demostró de nuevo que la Palabra de Dios era cierta. Pero cuando continuo la dominación extrajera y la opresión local durante el siguiente siglo, hubo señales de desilusión y cinismo y, con ellas, una rebelión espiritual renovada.


A pesar del mensaje de Malaquías de que estaba por llegar el día de Jehová, y a pesar del transitorio avivamiento espiritual bajo Esdras y Nehemías, el registro del Antiguo Testamento no termina con una nota de gran optimismo o confianza. El pueblo de Israel continua incluso ahora con su violación intencionada de las leyes de Dios; la nación sigue estando a merced del imperio Persa; y en cuanto a lo que pueden deducir los judíos, no hay señal de que algún súper rey esté a punto de establecer el reino ideal que ellos han esperado. No importa que las otras promesas que dios ha hecho en más de 40 siglos hayan sido cumplidas con fidelidad. ¿Dónde está ese gran Mesías de que hablaron los Profetas? ¿Finalmente Dios ha ido demasiado lejos en un esfuerzo por mantener la atencion de su pueblo? ¿Es una promesa demasiado difícil de cumplir, incluso para el Dios del cielo?


¿Cuánto tiempo pasara hasta que llegue el Mesías? ¿Cuánto tiempo los judíos – de hecho todo el mundo – deben esperar este glorioso día prometido? Si Daniel ha dado una pista en su visión de los setenta “sietes”, la llegada del Mesías no ocurrirá antes de unos 400 años a partir de ahora. De hecho, este es aproximadamente el mismo periodo durante le cual el registro histórico de la Escrituras permanecerá en silencio.


Pero ¿por qué debería haber tal interludio histórico? Desde luego, solo se puede especular, pero tal vez es sencillamente para hacer más emocionante el acontecimiento más importante de la historia de la humanidad. Quizá pueda ser conveniente para desligar al Mesías de cualquier atadura exclusiva a esta pequeña nación hebrea a fin de que su reino pueda verse como verdaderamente universal. Tal vez la situación política en un tiempo posterior será más favorable para la misión del Mesías. O quizá la demora fuera para asegurarse contra cualquier posibilidad de que el cumplimiento de profecías relativamente recientes pudiera ser malinterpretada por creyentes ilusos. Cualquiera que hayan sido las razones de Dios, queda claro que la nación de Israel deberá esperar más para la llegada del Mesías prometido y para el día en que, a través de su raza, todas las naciones del mundo sean bendecidas.


Fuente: Fragmento extraído de La Biblia En Orden Cronológico, Edición al Castellano 2008, 2014 por Editorial Portavoz, filial de Kregel Publications, Grand Rapids, Michigan 49505. Todos los derechos Reservados.


Para la próxima edición de nuestra Revista CECEM, seguiremos Caminando en la Palabra, y seguimos compartiendo fragmentos de La Biblia en Orden Cronológico. Para la próxima edición estaremos hablando de “La Escritura Apócrifa” como ser los libros de Esdras, Tobias, Judit, Agregados al Libro de Ester, Sabiduria, Eclesiastico, Baruc, Susana, El Canto de los Tres Niños, Bel y El Dragón, Oración de Manasés y los famosos Libros de los Macabeos (varios de los mencionados están incluidos en la Biblia Católica, los cuales mencionaremos únicamente con fines educativos)

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